DOÑA ALEJITA
Um sechs Uhr morgens läuteten die Kirchenglocken um zur Messe zu rufen.
Und gleichzeitig mit dem Geläut hüllte der Wind das Dorf mit dem Duft nach
frischem Brot ein.
In diesem Moment sagte meine Mutter zu mir: "Steh auf, heute musst
du das Frühstücksbrot kaufen gehen."
Ich protestierte, aber wenige Minuten später stand ich schon vor der Bäckerei
und klopfte an die Tür. Eine Stimme fragte von drinnen:
Wer
ist da?
Doña Alejita,
ich bin's.
Komm rein mein Sohn, die Tür ist offen.
Guten
Morgen Doña Alejita, ist
das Brot schon fertig?
Die
Frage erübrigte sich, nicht nur, weil man schon kilometerweit riechen konnte,
dass das Brot fertig war, sondern auch, weil Doña Alejita immer sehr früh aufstand um es zu kneten und zu backen.
Aber wenn man sechs Jahre alt ist, ist es besser zu fragen und sicher zu sein;
es könnte ja auch sein - was schrecklich
wäre – nur den Geruch des Brotes vorzufinden.
Doña Alejita lächelte. Für sie ging die Sonne früher
auf als meine. Und es war offensichtlich, dass das Brot bereits aus dem Ofen heraußen war,
früher als ich aus dem Bett; die überquellenden Körbe mit Brot, Zwieback und
anderen Köstlichkeiten bestätigten das.
Mein
Sohn, möchtest du einen Kaffee?
Doña Alejita, vielen Dank! Heute nicht, ich bin schon spät dran für die Schule.
Doña Alejita, vielen Dank! Heute nicht, ich bin schon spät dran für die Schule.
Da
lächelte sie wieder, packte das Brot in ein Papiersackerl und sagte:
Mein
Sohn, Vorsicht, das Brot ist heiß.
Ich
nickte, während ich die Münzen suchte, die meine Mutter mir mitgegeben hatte,
um das Brot zu bezahlen.
Vielen
Dank, Doña Alejita, ich wünsche Ihnen einen schönen Tag!
Sie drückte mir noch
ein Brötchen in die Hand und sagte:
…für
den Weg.
Und
ich ging glücklich los - mit dem Brötchen im Mund und dem Rest in den Händen…
… Doña Alejita, vergelt's Gott.
José Gamboa
------------------------
A las seis de la mañana, sonaban las campanas de la iglesia invitando a misa. Y detrás del sonido, amarrado al viento, el olor del pan inundaba el pueblo.
En ese momento mi madre me decía: levantate, hoy debes ir a comprar el pan del desayuno.
Yo protestaba, pero unos minutos despues estaba frente a la panadería tocando la puerta. Entonces una voz del otro lado preguntaba:
Quien es?
Doña Alejita, soy yo.
Siga mi hijito que la puerta esta abierta.
Buenos días Doña Alejita, ya esta el pan?.
La pregunta sobraba, no solo porque a kilometros se podía oler que ya estaba listo, sino porque Doña Alejita se levantaba muy temprano a amazarlo y a hornearlo. Pero cuando se tiene seis años es mejor preguntar y confirmar, pues, siempre podía existir la posibilidad, la terrible posibilidad, de encontrar solamente el olor del pan.
Doña Alejita sonreía. Para ella el sol salía antes que el mio. Y era evidente que el pan ya habia salido del horno, incluso antes que yo de la cama. Y las canastas rebosantes de pan, mogollas, bizcochos, calados lo confirmaban.
Mi hijito, quiere un café?
Doña Alejita, muchas gracias, pero no. Hoy se me esta haciendo tarde para ir a la escuela.
Entonces ella volvia a sonreir y ponía los panes en una bolsa de papel y me decía:
Mi hijito, cuidado que el pan esta caliente.
Y yo asentía con la cabeza, mientras con las manos buscaba las monedas que mi madre me había dado para pagarle.
Muchas gracias Doña Alejita, le deseo un feliz día.
Y ella me daba el vendaje y luego decía:
Para que se lo coma por el camino.
Y yo me iba feliz con un pan en la boca y el resto en las manos...
...Doña Alejita, que dios se lo pague.
José Gamboa
---------------
LOS PAISAJES DEL DIABLO
El día que el diablo me amenazó de muerte por estar robándole los paisajes en mis pinturas.
Estaba
sentado pintando y con el pincel en la mano concentrado en el lienzo y el
paisaje, escuché los pasos de una recua de mulas que tropezaban con las
piedras. Interrumpido por el sonido, levanté la mirada y justo en ese momento
el diablo estaba allí mirándome de frente. Sorprendido por la aparición, corrí
mi caballete para darle paso al diablo, a las dos mulas y a la esposa que estaba
sentada en la primera mula. Los cuatro se detuvieron frente a mí, Ella, la
esposa del diablo, un poco más lejos, guardando distancia de su esposo.
Así
que el diablo me preguntó: “¿Que está haciendo aquí?”. Yo le expliqué que estaba
pintando, como era casi evidente, al menos para mí. El diablo me dice que no puedo estar ahí, que no puedo estar
robándole los paisajes que le pertenecen a él y a toda su familia. Así
comprendí que realmente había más diablos de lo que yo creía.
La
mujer, un poco sorprendida por lo que yo estaba pintando, le pidió al diablo
que revisara el plano, refiriéndose a la pintura, que revisara el plano y que
se diera cuenta si ellos y las dos mulas estaban pintados en el cuadro. El
diablo asomó un poco la cabeza como tratando de entender mis manchas, mis
manchas pictóricas, y como no vió nada, le dijo: “No, no estamos por ahí.” Así
que la diabla mira de reojo al diablo y le ordena: “Mírelo bien, porque si este
tiene una cámara fotográfica, de pronto nos fotografió.” El diablo me estudió de
los pies a la cabeza y de la cabeza a los pies y no encontró nada. Yo mientras
tanto sostenía mi caballete. Así que el diablo le comenta a la diabla: “Es que
no podemos permitir que este tipo de personas, este tipo de pintores, vengan
aquí a robarnos nuestros paisajes y no nos dejen nada a cambio”.
El
diablo regresa su mirada sobre mí y dice: “Si lo vuelvo a ver por aquí, no
respondo y nadie va a responder. Tendremos que hablar con el alcalde para que
él responda”. Entonces vuelve a mirar a la esposa, me mira nuevamente y mira al
cuadro que estoy pintando. Y agrega: “Pero yo conozco mejores pintores que
usted”. Yo solamente sonreí, porque no es una noticia que desconozca y
realmente sé que hay mejores pintores que yo.
El diablo miró a la esposa, las mulas seguían
allí detenidas como descansando, luego
me dijo: “Yo trabajo para un artista, ¡pero ese si es bueno!, y además
trabaja encerrado en su taller. Ustedes, los artistas, no tienen que estar en
las calles pintando, ni en los caminos, ni fuera de sus casas. Deben estar en
su taller pintando, no tienen por qué salir. ¡A qué salen! si todos los
artistas tienen mucho dinero. Y ustedes no sufren como nosotros”.
Entonces
me atreví a preguntarle al diablo quién era el pintor con quien trabajaba. El
susurró un nombre, yo no lo entendí. Pero como me estaba mirando con cara de
querer mandar al diablo la pintura, el
caballete y sobre todo al artista, la única forma que encontré de defenderme
del posible ataque, fue diciéndole que el pintor con quien él trabajaba era mi
maestro. El diablo me miro incrédulo y
después miró la pintura, volvió a
mirarme y me repitió que había mejores pintores que yo.
No
se despidieron. El diablo dejó de mirarme y siguió su camino. Cuando la diabla,
sentada en la mula, pasó justo frente a mí, dijo: “¡Y que disculpe!”.
Los paisajes del diablo. Oleo sobre Lienzo, 50cm x 40cm Jose Gamboa |
Jose Gamboa
---------------
Der Tag, an
dem mich der "Teufel" mit dem Tod bedrohte, weil ich ihm in meinen
Bildern die Landschaften stahl.
Ich malte
gerade an einem Bild, den Pinsel in der Hand und konzentriert auf die Leinwand und
die Landschaft, als ich die Hufe einer Herde von Maultieren hörte, die über die
Steine stolperten. Gestört durch den Lärm, hob ich den Blick und genau in diesem
Moment stand da der "Teufel" und sah mich direkt an. Von dessen
Auftauchen überrascht, schob ich die Staffelei zur Seite, um dem "Teufel",
den beiden Maultieren und der Ehefrau Platz zu machen, die auf dem ersten
Maultier saß. Die vier blieben vor mir stehen, sie – die Frau des Teufels – etwas
weiter weg, Abstand zu ihrem Ehemann wahrend.
Der Teufel
fragte mich: "Was machst du hier?" Ich erklärte ihm, dass ich male,
was ja offensichtlich war, zumindest für mich. Der Teufel sagte mir, dass ich
nicht hier sein dürfte, dass ich nicht die Landschaften stehlen darf, die ihm
und seiner Familie gehören. In diesem Moment wurde mir klar, dass es mehr
Teufel gibt als ich dachte.
Die Frau, neugierig
was ich malte, bat den Teufel den "Plan" zu überprüfen – womit sie
das Bild meinte – und zu schauen ob sie beide und die beiden Maultiere auf dem
Bild sind. Der Teufel streckte den Kopf etwas nach vorne und versuchte meine
Malerei zu verstehen. Und weil er nichts erkennen konnte, sagte er: "Nein,
wir sind nicht drauf". Die Teufelin sah ihren Mann schief an und befahl
ihm: "Schau ihn genau an, weil wenn der da eine Fotokamera hat, dann hat
er uns vielleicht fotografiert!" Der Teufel schaute mich von oben bis unten
und von unten bis oben an, fand aber nichts. Ich hielt inzwischen die Staffelei
fest. Der Teufel sagte zur Teufelin: "Wir dürfen nicht zulassen, dass
solche Personen, solche Maler hierherkommen um uns unsere Landschaften zu
stehlen und nichts dafür dalassen."
Der Teufel
richtete seinen Blick wieder auf mich und sagte: "Wenn ich dich noch
einmal hier sehe, garantiere ich für nichts." Er schaute zu seiner Frau,
dann wieder auf mich und das Bild, das ich malte und fügte hinzu: "Außerdem
kenne ich bessere Maler als dich!" Ich schmunzelte nur, weil das nichts
Neues für mich war, ich weiß, dass es bessere Maler gibt als mich.
Der Teufel
schaute zu seiner Frau – die Maultiere standen immer noch da und rasteten - dann
sagte er mir: "Ich arbeite für einen Künstler, aber der ist gut! Und
außerdem arbeitet er in seinem Atelier. Ihr Künstler braucht nicht auf der
Straße malen, auf den Wegen, nicht einmal außerhalb eurer Häuser. Ihr solltet
in einem Atelier sein und malen, es gibt keinen Grund warum ihr draußen seid!
Wozu geht ihr raus! Alle Künstler haben viel Geld. Ihr leidet nicht wie
wir!"
Ich wagte es den Teufel zu fragen, wer
der Maler sei mit dem er arbeitet. Er murmelte einen Namen, den ich nicht
verstand. Aber weil er mich ansah als ob er das Bild, die Staffelei und vor
allem den Künstler zum Teufel schicken wollte, erschien mir die einzige Form
mich vor dem möglichen Angriff zu verteidigen, ihm zu sagen, dass der Maler,
bei dem er arbeitet, mein Lehrmeister sei. Der Teufel sah mich ungläubig an,
schaute auf das Bild und dann wiederum zu mir und wiederholte, dass es bessere
Maler als mich gäbe.
Sie verabschiedeten sich nicht. Der
Teufel wandte seinen Blick ab und ging weiter. Als die Teufelin auf dem
Maultier an mir vorbeiging, sagte sie: "Und entschuldige bitte!"
Etwa zwei Meter weiter weg von mir,
sagte die Teufelin zum Teufel: "Aber dieser Künstler hat Geld, der ist
reich, der ist nicht arm und leidet nicht wie wir." Ich schmunzelte und
war verblüfft: "Kann es sein, dass nur Künstler vom schwierigen Leben der
Künstler wissen?" Ich konnte das nicht glauben. Ich wartete bis das zweite
Maultier an mir vorbei war, stellte meine Staffelei wieder auf und malte
weiter. Ich wagte es also, dem Teufel seine Landschaften zu stehlen.
Jose Gamboa
---------------